lunes, 20 de agosto de 2012

Lo sé, Jesús esta allí dormido en mi barquilla; pero la noche era tan negra que me era imposible verle. Ni una luz. Ni siquiera un relámpago que viniese a surcar las sombrías nubes... Es cierto que es muy triste el resplandor de los relámpagos; pero, al menos, si la tormenta hubiese estallado abiertamente, habría podido ver por un momento a Jesús... Pero era la noche, la profunda noche del alma... Y como Jesús en el huerto de la agonía, me sentía sola, sin encontrar consuelo alguno ni en la tierra ni en el cielo. Como si el mismo Dios me hubiese abandonado!

-Santa Teresa de Lisieux-